AUDIOCUENTOS Y LECTURAS GRABADAS



AUDIOCUENTO REALIZADO POR UNA ALUMNA DE 6 I (CICLO LECTIVO 2015)


"Continuidad de los parques" es el relato más breve de Cortázar y, en las palabras de Lauro Zavala es «simultáneamente la minificción y la metaficción más estudiada en la historia de la literatura universal». En él, la ficción y la realidad se entrelazan en una historia circular. La estructura del cuento se rompe cuando uno de los personajes en la novela de un lector se introduce en su realidad, creando un efecto de cajas chinas. «"Continuidad de los parques" se manifiesta, en último término, como paradigma de la "obra abierta" susceptible de múltiples lecturas.»


(fuente:
https://es.wikipedia.org/wiki/Continuidad_de_los_parques)
 


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Julio Cortázar



(1914-1984)


Los amigos

(Final del juego, 1956)



VOZ: EVA PADILLA (6 I - CIENCIAS NATURALES)







          En ese juego todo tenía que andar rápido. Cuando el Número Uno decidió que había que liquidar a Romero y que el Número Tres se encargaría del trabajo, Bel­trán recibió la información pocos minutos más tarde. Tranquilo pero sin perder un instante, salió del café de Corrientes y Libertad y se metió en un taxi. Mien­tras se bañaba en su departamento, escuchando el no­ticioso, se acordó de que había visto por última vez a Romero en San Isidro, un día de mala suerte en las carreras. En ese entonces Romero era un tal Romero, y él un tal Beltrán; buenos amigos antes de que la vida los metiera por caminos tan distintos. Sonrió casi sin ganas, pensando en la cara que pondría Romero al encontrárselo de nuevo, pero la cara de Romero no tenía ninguna importancia y en cambio había que pen­sar despacio en la cuestión del café y del auto. Era curioso que al Número Uno se le hubiera ocurrido hacer matar a Romero en el café de Cochabamba y Piedras, y a esa hora; quizá, si había que creer en ciertas infor­maciones, el Número Uno ya estaba un poco viejo. De todos modos la torpeza dé la orden le daba una ventaja: podía sacar el auto del garaje, estacionarlo con el motor en marcha por el lado de Cochabamba, y quedarse esperando a que Romero llegara como siempre a en­contrarse con los amigos a eso de las siete de la tarde. Si todo salía bien evitaría que Romero entrase en el café, y al mismo tiempo que los del café vieran o sospecharan su intervención. Era cosa de suerte y de cálculo, un simple gesto (que Romero no dejaría de ver, porque era un lince), y saber meterse en el tráfico y pegar la vuelta a toda máquina. Si los dos hacían las cosas como era debido —y Beltrán estaba tan seguro de Romero como de él mismo— todo quedaría despa­chado en un momento. Volvió a sonreír pensando en la cara del Número Uno cuando más tarde, bastante más tarde, lo llamara desde algún teléfono público para informarle de lo sucedido.

         Vistiéndose despacio, acabó el atado de cigarrillos y se miró un momento al espejo. Después sacó otro atado del cajón, y antes de apagar las luces comprobó que todo estaba en orden. Los gallegos del garaje le tenían el Ford como una seda. Bajó por Chacabuco, despacio, y a las siete menos diez se estacionó a unos metros de la puerta del café, después de dar dos vueltas a la manzana esperando que un camión de reparto le dejara el sitio. Desde donde estaba era imposible que los del café lo vieran. De cuando en cuando apre­taba un poco el acelerador para mantener el motor caliente; no quería fumar, pero sentía la boca seca y le daba rabia.

         A las siete menos cinco vio venir a Romero por la vereda de enfrente; lo reconoció en seguida por el chambergo gris y el saco cruzado. Con una ojeada a la vitrina del café, calculó lo que tardaría en cruzar la calle y llegar hasta ahí. Pero a Romero no podía pasarle nada a tanta distancia del café, era preferible dejarlo que cruzara la calle y subiera a la vereda. Exactamente en ese momento, Beltrán puso el coche en marcha y sacó el brazo por la ventanilla. Tal como había previsto, Romero lo vio y se detuvo sorpren­dido. La primera bala le dio entre los ojos, después Beltrán tiró al montón que se derrumbaba. El Ford salió en diagonal, adelantándose limpio a un tranvía, y dio la vuelta por Tacuarí. Manejando sin apuro, el Número Tres pensó que la última visión de Romero había sido la de un tal Beltrán, un amigo del hipó­dromo en otros tiempos.





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El emperador de la China (Marco Denevi) 

Microcuento leído por Antonella Martiarena y Aymara Lagos (alumnas de 3 II)








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La oveja negra (Augusto Monterroso) 
Microcuento leído por Brian Romero (3 II)





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Los ciclos (Eduardo Galeano) 
Leído por Antonella Martiarena, Aymara Lagos, López Carol y Julieta Molina (alumnas de 3º II)





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Fahrenheit 451(Ray Bradbury) leído por Mario Funes, papá de Ana Funes (alumna de 2 II), quien nos recomienda la lectura del libro.



ERA ESTUPENDO QUEMAR.
Constituía un placer especial ver las cosas consumidas, ver los objetos ennegrecidos y cambiados. Con la punta de bronce del soplete en sus puños, con aquella gigantesca serpiente escupiendo su petróleo venenoso sobre el mundo, la sangre le latía en la cabeza y sus manos eran las de un fantástico director tocando todas las sinfonías del fuego y de las llamas para destruir los guiñapos y ruinas de la Historia. Con su casco simbólico en que aparecía grabado el número 451 bien plantado sobre su impasible cabeza y sus ojos convertidos en una llama anaranjada ante el pensamiento de lo que iba a ocurrir, encendió el deflagrador y la casa quedó rodeada por un fuego devorador que inflamó el cielo del atardecer con colores rojos, amarillos y negros. El hombre avanzó entre un enjambre de luciérnagas. Quería, por encima de todo, como en el antiguo juego, empujar a un malvavisco hacia la hoguera, en tanto que los libros, semejantes a palomas aleteantes, morían en el porche y el jardín de la casa; en tanto que los libros se elevaban convertidos en torbellinos incandescentes y eran aventados por un aire que el incendio ennegrecía. Montag mostró la fiera sonrisa que hubiera mostrado cualquier hombre burlado y rechazado por las llamas. Sabía que, cuando regresase al cuartel de bomberos, se miraría pestañeando en el espejo: su rostro sería el de un negro de opereta, tiznado con corcho ahumado. Luego, al irse a dormir, sentiría la fiera sonrisa retenida aún en la oscuridad por sus músculos faciales. Esa sonrisa nunca desaparecía, nunca había desaparecido hasta donde él podía recordar.

SINOPSIS DE ALFREDO CRESPO: Fahrenheit 451 ofrece la historia de un sombrío y horroroso futuro. Montag, el protagonista, pertenece a una extraña brigada de bomberos cuya misión, paradójicamente, no es la de sofocar incendios sino la de provocarlos para quemar libros. Porque en el país de Montag está terminantemente prohibido leer. Porque leer obliga a pensar, y en el país de Montag está prohibido pen Fahrenheit 451 ofrece la historia de un sombrío y horroroso futuro. Montag, el protagonista, pertenece a una extraña brigada de bomberos cuya misión, paradójicamente, no es la de sofocar incendios sino la de provocarlos para quemar libros. Porque en el país de Montag está terminantemente prohibido leer. Porque leer obliga a pensar, y en el país de Montag está prohibido pensar. Porque leer impide ser ingenuamente feliz, y en el país de Montag hay que ser feliz a la fuerza...La novela más célebre de Ray Bradbury, maestro de la ficción científica y fantástica.


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Los cazadores de ratas (Horacio Quiroga) leído  por Nora Sosa (mamá de Agustina Ibarra, alumna de 2I) 






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La fiesta ajena (de Liliana Heker)
Musicalizado con "Marcha Fúnebre" de Chopin

LECTORAS:
LARA RIBEIRO
MARIANA ORIHUELA
MARTINA RIBEIRO
VALENTINA AVENDAÑO  

(2º I)



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El hijo (de Horacio Quiroga)

LECTORAS:

JOSEFINA PÉREZ GALLO
MARINA HERRERA  
(2º I)




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Los cazadores de ratas (de Horacio Quiroga)

LECTORES:

JOSÉ PADILLA
JUAN CRUZ ARMANI
SANTIAGO HERRADA 
(2º I)